Los animales nocturnos no te dejan dormir
y siempre están al acecho.
Cuando llega el día,
parece que no existen.
Pero su sombra solo se achica
y cobrará fuerza
una vez llegue de nuevo oscurezca.
El ciclo nunca termina.
En la noche es cuando ellos
siempre saldrán victoriosos
porque se agudizan sus sentidos.
Es cuando más despiertos
y activos se hallan.
Es por ello que nuestros mayores miedos
y peores enemigos
son y serán siempre
nuestros propios animales nocturnos.
Cuando entiendes que tu vida
NO es un cubo de Rubik
donde cada pieza que diseñas
tiene hueco en cada momento;
cuando aprecias que el universo
marca su tiempo (que es único)
con sus propias reglas
y entras en el juego de fluir,
ya no renuncias a nada,
ni hay piezas inconexas
ni nada obstaculiza tu movimiento,
sino que lo sincroniza
y te mueves a ritmo.
Y entonces, el cubo se abre
y la vida te sorprende
con el mejor de los ahoras...
Puedes bajar hasta el mismo infierno
una y mil veces,
rodando o en caída libre.
Puedes quedarte en la más absoluta oscuridad
de tu propio secuestro
sin saber si evocarás algo más
que temblor y aullidos.
Puedes rendirte y abandonarte,
juzgarte y darte por perdida,
pero el día en que te levantas
y caminas como una diosa
para afrontar tu destino,
entonces te has conquistado.
Date por viva.
Eres humana y,
sencillamente, invencible...
Eres agua clara que limpia mi aniñada mirada
que alborota mis sentidos
y enciende mis entrañas.
Agua que me colma de ardientes besos al alba
y enfría el escozor de mis heridas amargas.
Eres agua destilada. Pura.
Por eso sanas mi alma.
Gota a gota te impregnas en mi almohada.
Agua pura que calma mi espíritu
sediento y visceral, agua hercúlea
que inundas caliente mi sexo.
Soy tu diosa de labios rojos y pelo negro, revuelto
que te escribe versos
a ritmo cóncavo y con beso.
Soy tu fresco valle. Tu fruto maduro. Tu dulce anhelo.
El cauce del río salvaje
que te tatúa por dentro.
¡Urgente!
¡Muy urgente!
Y te vistes de heroína.
¡Deprisa!
¡Más urgente!
Chaqueta, perfume y gabardina.
Y el momento pasa al instante,
cuando de ti misma estás distante,
es hora de parar tu mente,
porque nada ni nadie es urgente.
Lo único vital eres tú.
Tú eres lo único urgente.
Subió y subió.
Subió tanto que dudó si era demasiado.
Subió un poco más y...
¡Sintió!
¡Y respiró!
¡Lo había logrado!
Miró atrás y contempló
la estela de la mujer que ya no era...
Y se sentó.
Y sintió.
Y siguió soñando desde su cumbre,
borrando el equipaje
y diciendo adiós en voz alta,
sin odas ni poemas.
Érase una vez renglones
de un cuento tuyo y mío,
envuelto en sensaciones,
besos y escalofríos.
Érase una vez corazones
y manos furtivas desnudas.
Érase una vez sin temores
y primeros besos sin dudas.
Que, si me miras, si me nombras,
la pasión está encendida.
Escribamos sin palabras
y vivamos sin mentiras.
Y, de repente,
lo que antes era tu fuente de energía,
te oprime hasta dejarte vacía,
como si anduvieras con zapatos diminutos,
a una hora que no existe,
en un lugar para el que no hay mapa.
Y pintas tu sitio con acuarelas prestadas,
agua turbia, lienzo herido
y una incesante duda sobre qué plasmar.
Avanzas en tu obra sin descanso
y cuando te das cuenta,
estás ante el perfecto lienzo de tu nueva vida,
ese que titulas: RESURGIR.
Gente que mira,
gente que cruza,
hay quien se gira
y también quien observa.
Gente corriente, gente anodina, gente insolvente.
Gente de barro y gente sencilla,
gente imborrable o gente olvidable,
gente exclusiva de alma loable.
Mentes mutantes.
Mentes pensantes.
Gente que deambula y no cuestiona.
Gente, más gente.
¡Cuánta gente y qué pocas personas!
Esperé sentado.
¿Cuánto y por qué tardarías?
Y esperé esperando,
de la forma en que solo sé.
Bajo el cielo.
Noches y días.
Esperé sin esperar,
y me consumía,
gritando ¿dónde estás?
Sin saber si vendrías…
Y caí agotado, rendido,
esperando que ya estuvieras a mi lado,
amado tren mío.
No eres tú, soy yo,
que genero sin moral lamentos.
No eres tú, soy yo,
que me invento y te vendo cuentos.
Quien, por hacerte cautiva,
te cegué con mis promesas.
Y sin pedir perdón,
te envolví en mentiras y te hice presa.
No eres tú, alma pura,
quien ha de estar en barbecho,
pues soy yo, el falso hombre,
quien quedará maltrecho.
Te llevé a un palacio apartado y de hielo,
y tu corazón resistió, aun sintiendo miedo.
No eres tú, soy yo,
quien te arrastró al desierto,
sin saber que un día resurgirás,
cuando yo en vida ya esté muerto.
De tres batallas
depende tu camino:
tu resistencia física,
tu fuerza mental
y tu equilibrio emocional.
Si en alguna de ellas, claudicas,
guerrera,
no solo perderás la guerra,
sino también tu paz.
Regálame minutos de sonrisas.
Besos que duren horas.
Tic tac.
Muack, muack.
Convierte mi corazón en esfera
donde se marquen momentos
y no recuerdos,
que yo no quiero baúles de estelas...
Agárrame fuerte
y detengamos el tiempo,
que, entre sol y arena,
retaremos lo eterno.
Tic, tac.
Muack, muack.
Hay instantes que son de barro
y otros de suspiro eterno,
los hay ásperos como la tiza
o dulces como un caramelo.
Hay instantes que te alegran el alma,
y otros que te la entierran,
los hay que braman aullidos
y otros a coro su tristeza.
Hay instantes platónicos, oníricos, irreales,
los hay mágicos, orgásmicos, y de lluvia inolvidables.
Hoy abracé mis instantes
y paseamos de la mano,
les confesé que era un loco, un tipo raro,
que sin ellos la vida no es vida
y aunque no quiera los amo,
y que los agarro y los exprimo
porque hay quien los tiene contados.
Cuando confundes aceleración con agilidad,
eficiencia de tus días
con aprovechamiento de tu tiempo.
Y te mides por resultados
y no por satisfacciones propias y sonrisas,
estás atrapado.
Y me pregunto
si así se marcha hacia algún lado,
o es meramente una huida
a ritmo descompasado,
para nunca encontrarse
con el yo vacío de uno mismo.
Vente a girar el sol
en un viaje galáctico.
Contaremos cometas
entre besos
y secretos al calor de los astros.
Y si te gusto,
me gustas
y nos encantamos,
daremos cada día una vuelta
y seremos amantes galácticos
cada veinticuatro horas, prorrogados.
La cordura rompe su papel
para vestirse de locura.
Y baila.
Baila libre.
Maldita locura.
Sin coreografías ni cadenas,
su danza se sublima en fuego,
y nos marca sin remedio,
pues ya siempre locos seremos.
No hay creación
sin acción en la nada,
sin negro previo
ni hoja blanca.
Y cuando menos lo esperas,
resurges cuan pez en el agua,
aun en botella pequeña
y de marca blanca,
para dar colorido
a tus escamas,
esas que un día fueron el hielo
que congelaron
furtivamente tu alma.
Me encantaría decir que fue fácil encontrarte,
que no hubo mil batallas previas
y que no pensé que perdería la guerra.
¡Me encantaría!
Decir sin voz temblorosa
cuando digo que te quiero,
que no soñé mil veces
con mirarte así a los ojos.
Y es que me encantaría estirar el tiempo
que a partir de hoy vivamos juntos
y tatuar a besos relojes
en tu piel para multiplicar segundos.
Y fundirme a hierro y fuego en tu luz,
que abraza fuerte a la mía,
entre versos de locura y poesía
como tú y yo sabemos, amor.
De verdad, me encantaría...
No hay más medida en tu vida
que el tiempo de felicidad.
El resto también suma,
pero es trivial.
Y se va.
¡Entérate!
Años no son vueltas al sistema solar,
sino cúmulos de historias
cuando aprendes a bailar.
¿Lo oyes?
Escucha.
Es tu vida,
la orquesta empieza a sonar...
Utilizamos cookies para mejorar su experiencia de navegación, ofrecer anuncios o contenido personalizados y analizar nuestro tráfico. Al hacer clic en "Aceptar todo", acepta nuestro uso de cookies.