El cine, desde sus comienzos, se ha servido de obras literarias y teatrales, de cómics, videojuegos y hasta de series televisivas para inspirarse. Y cine que se inspira en cine hacen remakes.
Son muchas las películas basadas en personajes históricos o de ficción y los best-sellers adaptados a guión cinematográfico. Incluso hay cortometrajes que se han transformado en largometrajes. Ejemplos son “Frankeweeni” (por Tim Burton) o “Electronic Labyrinth” (por George Lucas). En resumidas cuentas, son tipos de “reciclaje” en el mundo del cine, al igual que los remakes. Pero, ¿por qué esta moda? ¿Para qué sirven? ¿Qué se esconde detrás de la industria del remake?
El origen de los remakes
Hay directores (como Yasujiro Ozu y Michael Haneke) obcecados en una búsqueda de la perfección. Han sentido la necesidad de reelaborar películas que dirigieron ellos mismos y con las que consiguieron cierta notoriedad. Se trata de una excepción que, paradójicamente, cuenta con el beneplácito de los críticos. Lo más frecuente es que los puristas menosprecien al remake. Lo califican de inútil a nivel artístico. ¿Y qué alegan? Que no hay razón de rehacer lo que ya se ha hecho.
Erróneamente, este “reflote” de historias se percibe como un síntoma de agotamiento creativo de los guionistas actuales. Lo cierto es que los remakes existen desde la primera década de la historia del cine, cuando la falta de legislación sobre el copyright facilitó su aparición.
Incluso después, cuando los estudios hollywoodienses empezaron a comprar derechos sobre títulos originales, los contratos contemplaban clausulas de “perpetuidad” para dejar las puertas abiertas a futuras versiones sin que les generase un coste adicional. Es mucho más barato y menos arriesgado hacer un remake que comprar un nuevo guión o los derechos de adaptación de un best-seller.
Money, money, money…
Gracias a este ahorro y a la garantía añadida de que su éxito en la gran pantalla ya ha sido probado, los productores procuran salvaguardar su inversión. ¿Por qué? Cuentan con la esperanza de atraer a los espectadores que ya están familiarizados con el original (gancho emocional). También pretenden atraer a quienes lo conocen sólo de oídas (curiosidad).
Y, ojo, no escatiman en enganchar a quienes les es del todo ajeno (no lo conocen o no se menciona el título que se versiona). Pero, por suerte, este caldo de cultivo comercial no es el único motivo por el que se hacen estas versiones. Aunque prime el criterio económico, también hay razones más nobles, y a pesar de que hay remakes que sirven de parodia, los hay que rinden homenaje a versiones previas.
Las mejoras en el sonido, la evolución del blanco y negro al color, los nuevos efectos especiales así como la aparición de la tecnología 3D son los culpables. No sólo mejoran extraordinariamente la calidad audiovisual de la acción, sino que las historias parecen más modernas y se hacen más universales. ¿Más ejemplos? “Robocop”, “Carrie” y “La máquina del tiempo”. Es una forma de “resucitar” una buena idea pero enriquecida con mejores medios técnicos y el ingrediente extra de contar con estrellas de cine actuales, confiriendo a la historia una vida propia en un contexto espacio-temporal adaptado a su producción y a las nuevas generaciones.
El subgénero Bollywoodiense y sus remakes
Buen imán taquillero ha resultado ser el musical americano o también denominado Bollywood, que apuesta por un giro en el género, versionando películas americanas con números musicales en idioma hindie. Es un recurso muy audaz al aportar un aire fresco al argumento. Hay que aclarar que Bollywood no es una imitación del cine de Hollywood, sino que India cuenta con una sólida industria cinematográfica propia y original.
Y es que el continente asiático viene pisando fuerte. Estamos acostumbrados a ver cómo la industria americana versionaba producciones europeas. ¿Ejemplos? “Vanilla sky”, de “Abre los ojos”, y la saga “Millenium”. También asiáticas (“Godzilla” o “The Ring”). Pero después es el “Lejano Oriente” el que se decide por el remake transnacional. ¿Ejemplos? Versiones de «Ghost» o «Si perdón».
Ningún remake es mera duplicación dato por dato. Un buen cineasta es quien sabe olfatear el valor real de los filmes a recrear e inyecta su sello personal. Mientras que los remakes esenciales sólo sufren variaciones menores de argumento, caracterización, diálogo, escenario, forma y título (para que no coincida con el original y “disfrazar” como nueva una película que no es tal sino una mera copia), el auténtico remake ofrece un giro sustancioso al film inicial.
En la actualidad, la tendencia es adaptar a serie de ficción películas. ¿Seguro? ¡Sí, seguro! Tal es el caso de Castle Rock, la serie basada en ambientaciones, personajes e historias del gran Stephen King. ¿Por qué? Se hace mucha más ficción seriada que largometrajes debido al gran auge de las plataformas onliney el consumo digital más continuado pero de menor duración diaria. Pero, los estudios cinematográficos siguen su búsqueda de “diamantes en bruto” para los remakes de los próximos años.