ANÁLISIS DEL FILM ANIMALES NOCTURNOS. LA VENGANZA SERVIDA EN PLATO ARDIENTE

película Animales Nocturnos

La película Animales Nocturnos, escrita y dirigida por Tom Ford, está basada en la novela «Tony y Susan», de Austin Wright. Es un film controvertido, complejo en sí mismo y apasionante por la metáfora tan bien esculpida que el autor hace de su tema central. ¿Y cuál es este? La venganza. Y lo hace utilizando una maravillosa técnica narrativa de contrapunto que sigue intacta en la inquietante adaptación a la gran pantalla. Sin duda, se trata de una historia brillante con un guion adaptado excepcional. OJO, contiene SPOILERS. 

«Los animales nocturnos no te dejan dormir y siempre están al acecho. Cuando llega el día, su presencia está ausente. Pero su sombra solo se achica y cobrará fuerza una vez llegue de nuevo la noche. El ciclo nunca termina. En la noche es cuando ellos siempre saldrán victoriosos porque se agudizan sus sentidos. Es cuando más despiertos y activos se hallan. Es por ello que nuestros mayores miedos y peores enemigos son y serán siempre nuestros propios animales nocturnos.»

-Tery Logan-

película Animales Nocturnos

La doble narración de la película Animales Nocturnos

Tanto el libro como la película están narrados en contrapunto, como decía antes. ¿Qué significa esto? Que existen dos tramas yuxtapuestas con las consecuentes líneas narrativas distintas y paralelas. Esta técnica también es usada de idéntica manera en la película «Adaptation. El ladrón de Orquídeas». Por si no la habéis visto, también os la recomiendo. 

En la película Animales Nocturnos se fuerza así a prolongar un baile de secuencias alternas de mayor o menor duración que se extienden a lo largo de toda la película. Además, esta exquisita estructura narrativa tan bien ejecutada se adereza con flashbacks muy bien utilizados que logran potenciar la esencia de la película (remarcando el contraste del paso del tiempo) y no aplanarla.

¿Quiénes son Edward y Susan? 

Susan (interpretada por Amy Adams) es una exitosa y adinerada artista que no se siente realizada. Tampoco se siente valorada dentro de su superficial matrimonio. Durante uno de sus días aparentemente perfectos, recibe el manuscrito de la nueva novela de su ex marido, Edward (interpretado por Jake Gyllenhaal). De Edward no sabemos nada en el tiempo presente, salvo que ha terminado un nuevo libro tras varias décadas intentando triunfar como escritor. 

La trama se centra, por un lado, en la catarsis que sufre Susan cuando comienza a leer la novela. Por otro, en la catarsis que ha vivido Edward durante años hasta llegar al momento actual. Además, la narración yuxtapuesta en la película de todo cuanto se va desarrollando en el libro escrito por Edward con el máximo detalle, nos ayuda a comprender la metáfora que esconde el ex marido de Susan en su manuscrito así como el sufrimiento interior que comienza a experimentar ella.

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La venganza como tema de la película Animales Nocturnos

La novela de Edward arranca con un suceso trágico en la vida de Tony Hasting. Cabe destacar que el papel de Tony en la parte de la ficción narrativa dentro de la película (lo que ocurre en su novela) también está interpretado por Jake Gyllenhall. Este es un detalle importante en el sentido de la película, puesto que lo que nos quiere remarcar el guionista es que Edward ha esbozado al protagonista de su libro con una clara metáfora y representación de sí mismo.

Tony Hasting conduce de noche un vehículo familiar con su mujer (pelirroja, al igual que Susan) y una hija adolescente (que por edad bien podría ser la hija que juntos hubieran tenido durante su matrimonio si no fuera por que Susan decidió abortar). Muy casual si no, ¿verdad? Durante su viaje por la solitaria y oscura carretera, un coche que les echa al arcén y les obliga a parar. ¿Y qué se encuentran? A un grupo de sádicos que les pinchan las ruedas para, finalmente, secuestrar a la mujer y a la hija adolescente de Tony. Y las asesinarán. 

Durante el viaje narrativo de Tony en la novela que Susan devora en sus momentos de soledad (que son muchos), vemos la desesperación con la que este hombre roto en mil pedazos lucha desesperadamente. Quiere vengar la muerte de su mujer y su hija. Y en la película, esto representa el sueño fracasado que un día tuvo Edward. Os podréis imaginar cuál. Ni más ni menos que el de ser feliz al formar una familia con Susan.

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Una doble catarsis en el amor a tiempo descompasado

Susan no puede evitar sorprenderse ante la evolución personal que ve en su ex marido a través de su libro. Alguien a quien tachó de débil y mediocre porque perseguía sus sueños. El hombre al que dio la espalda por no confiar en él ni en su talento al dejarse guiar por el convencionalismo aprendido de una madre caprichosa y rica. Y así, Susan evoca escenas del pasado vividas con Edward cuando se amaban.

Pero también cuando le traicionó, siéndole infiel y abortando sin consultarle el hijo en común que esperaban. Esto remueve la conciencia y el corazón de Susan cada vez más. Y esa comparación inevitable del Edward al que percibe más maduro y fuerte en el presente con su ausente e infiel marido la destroza. 

Obsesión a pasos agigantados

Es así como la novela de Edward, narrada al detalle dentro de la película Animales Nocturnos, lleva a la metamoforsis a sendos protagonistas. Lo hace tanto con Edward (al escribir su novela) como con Susan (al leerla). Pero aún faltan el clímax y el final por llegar. 

Cuando Susan acaba el manuscrito envía un breve email a Edward. En él, le pregunta si cenaría con ella. Este responde que sí. Y ahora es cuando el fuego al que se viene cociendo la jugada maestra de Edward se enciende al máximo. Arderá y detonará. Y lo hace en forma de venganza emocional como pocas veces se ha visto en el cine de manera tan sublime. Edward le da plantón, dejándole con tantas dudas sin resolver como expectativas destruídas. Ahora Edward es un magnífico escritor y ha madurado como hombre. Susan se siente más sola y fracasada que nunca. 

Animales Nocturnos nos hace cuestionarnos cómo nos afecta para siempre la pérdida del amor verdadero. También si podremos aceptar que nunca se tendrá otra oportunidad. O, al menos, la misma dos veces. 

Por Tery Logan

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